Una y otra vez volvía la misma imagen a mi mente. Era imposible dormir pensando en su infausta presencia, en sus zancadas imponentes con dirección a mí; en sus cascos retumbando contra el suelo…
Podría resignarme a habitar una suerte de espacio infeliz, donde le permitiera poder seguir atormentándome como todas las noches. Pero no, hoy no… hoy todo sería diferente…
Tomé mi cuaderno azul y dibujé el antílope robusto, justo en la forma como se me presentaba en sueños... y lo enfrenté.
Encendí su pradera con el fuego de mi encendedor y lo aniquilé impiadoso hasta que la última ceniza cayó sobre mi zapato de charol…
Recogí, sin olvidar una sola de las partes de la hoja, mi victoria consignada en los pliegues endebles del papel quemado. Y lo hice volar…
Entre los edificios de la ciudad mandé a planear los pedazos, cada vez más pequeños que ahora eran ceniza, pero todavía antílope… todavía papel…
Y entre las delgadas caricias del viento se consolaron las lágrimas de otras noches pasadas; y entre el delicado arrullo del viento cayeron las horas más pesadas de aquella noche todavía parte del plenilunio de noviembre…
Y descansé, más temprano que de costumbre reposé bajo las mantas de mi cama…
Y ya no soñé con un antílope… soñé con el desierto arrasado por mis llamas. Soñé con el chamizo restante que sobrevivió al fulgor de las flamas…
Hoy soñé con tristeza que había borrado, por miedo; por miedo que era ignorancia, al antílope de mis sueños con un lápiz y un trozo de papel…
Podría resignarme a habitar una suerte de espacio infeliz, donde le permitiera poder seguir atormentándome como todas las noches. Pero no, hoy no… hoy todo sería diferente…
Tomé mi cuaderno azul y dibujé el antílope robusto, justo en la forma como se me presentaba en sueños... y lo enfrenté.
Encendí su pradera con el fuego de mi encendedor y lo aniquilé impiadoso hasta que la última ceniza cayó sobre mi zapato de charol…
Recogí, sin olvidar una sola de las partes de la hoja, mi victoria consignada en los pliegues endebles del papel quemado. Y lo hice volar…
Entre los edificios de la ciudad mandé a planear los pedazos, cada vez más pequeños que ahora eran ceniza, pero todavía antílope… todavía papel…
Y entre las delgadas caricias del viento se consolaron las lágrimas de otras noches pasadas; y entre el delicado arrullo del viento cayeron las horas más pesadas de aquella noche todavía parte del plenilunio de noviembre…
Y descansé, más temprano que de costumbre reposé bajo las mantas de mi cama…
Y ya no soñé con un antílope… soñé con el desierto arrasado por mis llamas. Soñé con el chamizo restante que sobrevivió al fulgor de las flamas…
Hoy soñé con tristeza que había borrado, por miedo; por miedo que era ignorancia, al antílope de mis sueños con un lápiz y un trozo de papel…
1 comentario:
Qué pasa don Daniel, por qué no ha vuelto a vuelto a publicar nada.
Lo invitoa que se eche una pasadita por mi blog que es http://andreslozano.blogspot.com
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