El enemigo perfecto

badbad Su gesto irreflexivo había sido más que suficiente para confirmar mis sospechas acerca de la posible respuesta...; pero esta vez como una gota desparpajada su verbo rebosaría el vaso. Soltada la maldición sobre el parqués de madera Quedaba la frustración contenida En un puño En una lágrima capturada por el silencio de mis labios secos En la miseria de la impotencia moral En la absurda imposibilidad de responderle a papá Al No de papá Al obstinado papá Para reiterarme con ella que jamás podría obtener la afirmación que esperaba; aquella que siempre merecí recibir. Es que lo habéis visto iracundo deambulando por la casa, escupiendo su fuego blanco por las cavidades deformes que el tiempo ha forjado entre sus dientes... tan perverso y siniestro como el anormal; como lo ajeno y extraño que tanto nos molesta e intimida por la inmensa ignorancia de temer a lo que se encuentra más allá de nuestra comprensión. Pero esta vez había sido suficiente. Ya era tiempo de irrumpir contra su tozudo orden de la vida y de las cosas para reversar el sometimiento de mi voluntad a la suya y poner un muro transparente y definitivo a su penitenciaria presencia. Por ello, enteramente convencido de lo que había decidido, me acosté en la cama a reflexionar acerca de mis posibles acciones y de sus posibles retaliaciones... Colocando el leño en la chimenea Propulsaba la máquina de vapor Alimentaba al demonio mecánico que corría En su contra Como el tiempo Conjurando el artificio preciso Para convertirlo en polvo En viento En poco más o menos un recuerdo Un vano momento en el pensamiento Pero en la reflexión del método preciso para conseguir mis fines y recobrar lo propio, justo en la puerta de los sueños, aprecié mi reflejo en el espejo del cuarto, en el espejo que se volvió agua, en el agua que se volvió espejo, y no me vi a mí, no vi mi reflejo sino que lo vi a él, lo vi a él en mí, en su descendencia, en la marca de sus genes sobre mi carácter; sobre mi cuerpo... ¡maldita sea!, no soy yo, soy su egoísta prolongación; soy él en mí, en su proyección vital, en su hechizo sobre la vida para poder seguir existiendo...: soy su maldita reencarnación... Catastrófica conclusión es entender que para eliminarlo a él tendría que eliminarme a mí mismo junto con mi pequeña hermana. Pero me falta valor para hacerlo... la bestia que mi cólera carga se camufla en los rasgos dóciles de su hija, al igual que en los míos, lo que me desarma; lo que dibuja suavemente mi terrible paradoja... Contrariedad la que trae mi vida Vergüenza eterna más allá de toda muerte Karma que de mi cuerpo es La espina dorsal Oh tristeza inconsolable Absurdo inicuo y confuso Eso Todo eso Lo que encuentro en mi verdad Apenada realidad que vive en tragedia perpetua cuando veo en mi imagen el eco de su gesto, de su expresión orgullosa; de que yo sea lo que él siempre quiso que yo fuera... Y él también lo sabe, sé que lo sabe porque cuando finalmente me decido enfrentar su oscura mirada él me sonríe, con sátira, a sabiendas, claro, del peso inmenso de su victoria obtenida, desde siempre –desde el coito– sobre mí.

Un ocaso imposible

Acariciaba sus arrugas una vez más, reconociendo la virtud del tiempo en cada pliegue, aprendiendo cómo se nos escurría la vida en el cuerpo pero se consolidaba en el alma. Como un ritual, siempre, sucedía de la misma forma... Primero miraba a sus ojos, perdidos entre cataratas de carne, admitiendo que la batalla ante la fuerza de la gravedad se había perdido. Besaba, después, sus labios áridos como la tierra seca, donde la carne es registro de las delicadas depresiones que fueron y vinieron con cada gesto. Luego, un tierno abrazo me dejaba ver su agrietada columna vertebral, sondeada por pequeños cráteres que la enfermedad de la vida le ha ido dejando en el camino. Para ese entonces en el ritual entendía que el ocaso de los cuerpos no es tal cosa, sino el verdadero sentido de la palabra Vida. Pero en realidad lo más sublime venía al final, cuando su tacto tembloroso se desvanecía entre mis cabellos y me tocaba el alma, pues sólo en ese momento, al unísono de su sonrisa revelándose lenta como el despliegue parsimonioso de la flor, entendía el verdadero sentido de lo que es esa palabra grande; esa palabra Amor...

Preámbulo a mi literatura...

¿? ... Poesía... dónde estás poesía que hoy de nuevo te me escondes... ... Sí, yo sé que fui yo quien te dejo de lado, pero no del todo. Te estaba viviendo y por eso me olvide de ti... Déjame escribirte que ahora, otra vez al no vivirte, todo es peor... como si no hubiera poesía... No te vayas... insisto poesía, no niegues aquello que fluye al pronunciar tu nombre; no temas aquello que en definitiva te es propio... Eso, sí, ven, atrévete conmigo a contar una historia que todavía no es tu tiempo de ocultarte en la montaña...

Sueño de papel

A 

Una y otra vez volvía la misma imagen a mi mente. Era imposible dormir pensando en su infausta presencia, en sus zancadas imponentes con dirección a mí; en sus cascos retumbando contra el suelo…

Podría resignarme a habitar una suerte de espacio infeliz, donde le permitiera poder seguir atormentándome como todas las noches. Pero no, hoy no… hoy todo sería diferente…

Tomé mi cuaderno azul y dibujé el antílope robusto, justo en la forma como se me presentaba en sueños... y lo enfrenté.

Encendí su pradera con el fuego de mi encendedor y lo aniquilé impiadoso hasta que la última ceniza cayó sobre mi zapato de charol…

Recogí, sin olvidar una sola de las partes de la hoja, mi victoria consignada en los pliegues endebles del papel quemado. Y lo hice volar…

Entre los edificios de la ciudad mandé a planear los pedazos, cada vez más pequeños que ahora eran ceniza, pero todavía antílope… todavía papel…

Y entre las delgadas caricias del viento se consolaron las lágrimas de otras noches pasadas; y entre el delicado arrullo del viento cayeron las horas más pesadas de aquella noche todavía parte del plenilunio de noviembre…

Y descansé, más temprano que de costumbre reposé bajo las mantas de mi cama…

Y ya no soñé con un antílope… soñé con el desierto arrasado por mis llamas. Soñé con el chamizo restante que sobrevivió al fulgor de las flamas…

Hoy soñé con tristeza que había borrado, por miedo; por miedo que era ignorancia, al antílope de mis sueños con un lápiz y un trozo de papel…

Pequeño desengaño...

N ... Y prendes la luz, como si acaso pudiera ayudarte; acaso para alcanzar esa falsa seguridad que tiene la mente cuando distingues las formas y, así, te convences de poder controlar un poco tu realidad... Ay de esa complaciente solidez que adquieren los objetos; ay de esa falsa complacencia del sentido de la vista... Todo porque cuando niños siempre nos vendieron como fantasmagórico a lo etéreo, como peligroso a lo oscuro e indeterminado; a lo desconocido… Pequeño desengaño...

Black Hole

AC El cuarto es oscuro; siniestro… en la mitad él, en el centro de algo… de ellos… Uno, dos, tres, cuatro, quince… ¿!cuántos maldición¡? En una secuencia de voces, empalmadas una sobre la otra, comienza un sonido, un suave murmuro de muchas voces que se turnan para susurrar. Pero el sonido suave e imperceptible se hizo más y más fuerte, tanto que parecieran estar dentro de su cabeza… Vociferan vociferan te digo… tápate los oídos que suena muy fuerte… pero escucha, mira lo que dicen: I. -Y qué si sales…¿?... qué si igual te vas a volver a caer… -¿Y qué pasa cuando te das cuenta de que nunca sales…? -¿Qué cuando te das cuenta de que caíste hace mucho tiempo, que cuando te sientes bien es porque estás acostumbrado, distraído o entretenido, pero cae veloz la ilusión y todo vuelve a ser negro…? -Y te aferras… te aferras tan fuerte que crees que no te vas a caer, pero ya lo hiciste y no funcionó; lo único que queda por hacer es abrir los ojos… y todo es negro… -Y lo niegas… lo niegas porque no lo puedes aceptar, porque si lo ves te vas a suicidar… -Porque te convences de que puede ser diferente… II. Mira el pobre a punto de reventar, escúchalo a él también para que veas como le perturba su dolor y sufras por él. Pobre hombre, incómodo y fastidiado, molesto e inconteniblemente inquieto; escúchalo: “Vociferan vociferan, ¡no más!, me duelen los oídos, me sangran los tímpanos y creo que la cabeza también me arde… ¡Cállense maldita sea que voy a quedar sordo!… ¡Ay! Puto dolor en mis oídos… ¡y es que no paran!, ¡gritan los protervos!, ¡gritan como putas!, ¡como brujas sordas que necesitan que se escuchen sus pensamientos!… ¡¡Gritan!!…” Silencio, ya no están, ya se han ido, o quizás se escondieron… NO, cuidado que están; cuidado que ahí vienen… ¡escucha, escucha!... - En verdad pequeño, ¿Nunca has sentido que te caíste de ese punto negro? -Que estás en el hueco invisible en el que todos alguna vez caen… -Que cuando estás en el hueco nadie te da una mano… -Que todavía nadie lo nota… -Y te sientes juzgado… como si fueras esa persona… pero no eres tú, eres tú en el hueco…Y no tiene sentido; nada lo ha tenido hasta ahora… no aquí; no ahora que te caíste en el hueco… -Y ¿cómo sales?... -Cómo ¿? salir si no tiene borde… -De dónde te agarras cuando te caíste en un hueco sin forma, sin lugar y sin espacio… -Y gritas… tan fuerte que nadie te escucha… y sigues ahí… no lo logras… -Nunca lo lograrás… -Y no es cierto… -y cuando te das cuenta te hundes más… -y dejas de luchar… -Y ya no importa si lo haces… -Hoy todo se ha perdido… Esa madrugada el pelao prometió no volver a consumir drogas… estuvo tres noches deshidratado en un hospital tras intentar el suicidio… dijo que su cerebro le hablaba; que él no era él sino miles de veces él, y que todos sus otros yo gritaban imponiendo su propia razón… por poco y no lo logra… por desgracia, él tal vez hubiera preferido no lograrlo…